1996, primer día de clases.
Temerosa y observadora entro a mi nueva sala de clases.
Camino y voy directo al asiento de atrás. A mi lado, nadie. La sala se encuentra casi repleta. Todos conversan y ríen, mientras observo cada detalle de aquellos individuos. Peinados, actitud y sus miradas de reojo hacia mi dirección. Entra el profesor, que suda a mares, y a mi lado nadie aún.
Empieza la clase y una flaca, extrovertida y, al parecer, popular niña se sienta a mi lado. La verdad: no tenía otra opción. La miro y ni siquiera se da cuenta de mi presencia (o más bien no quiso).
Va a estar difícil - pensé.
Termino de clases y dos tímidas niñas, que hasta ahora no había alcanzado a ver, me miran y conversan. Me intimidan y simplemente agacho la cabeza, mirando fijo a mi cuaderno que voy guardando en mi nueva mochila. De la nada aparecen a mi lado, una de ellas extiende su mano y me regala un horario. Ambas tienen esa mirada amistosa, que rara vez encuentras en la primera impresión.
De ahí en adelante, todo es historia. Y este mes cumplimos 11 años de amistad.
Simplemente increíble.
Es increíble darse cuenta que hay personas que logran permanecer en tu vida y, lo mejor, que están en las buenas y en las malas. En general trato de que mis amistades perduren, pero con pocas lo logro. 
Comprenderán porque adoro a este par de chicuelas.
Viviendo las mismas cosas, inquietudes e intereses. No sabíamos exactamente en que fecha nació esta amistad, así que un día, de la nada, nos juntamos a celebrar.
1 de marzo fecha clave. Desde entonces decidimos que ese sería nuestro cumpleaños triple.
Si uno supiera el futuro, probablemente no haríamos ciertas cosas y haríamos muchas otras. Pero uno no lo sabe, por ende, sólo hay que ACTUAR.
