SODA

No voy a escribir sobre el calor y sobre lo necesario que es tener una soda al lado, no, no.



El miércoles fui a clases, almorcé en la oficina de mi vieja y después partí al concierto junto a la Amanda. Llegamos al estadio tipo 17:30, según yo muy pronto, pero filo… no tenia nada más que hacer ese día. Llegamos, buscamos los asientos y nos acomodamos.

Suena el teléfono y la Caro, amiga fanática de soda desde que tiene uso de razón, me avisa que milagrosamente consigue 2 entradas y que se viene para el estadio.

Yuju! – pensé.

El sol no mataba, así que estuvo bastante agradable. Estuvimos decidiendo largo rato si comprábamos algo de comer o no, ver si pagas luka por un pan o $700 por un vaso de bebida no es fácil. Ah, malditos.

Claramente no compre nada y la Amanda, en un ataque de locura y ansiedad, se compro el pan a luka. Después de largas horas bajo el sol, tuve que ir por mi bebida de $700, miré con pena como se vaciaba rápidamente mi pobre billetera. El estadio se empieza a llenar más rápido de lo que me imaginaba y la ansiedad porque el show empezara crecía entre el público.

Ola va, ola no viene. Era tanto el ocio que en la galucha empezaron hacer la típica y clásica ola. Nosotros, los muy fomes, no la devolvíamos y todos nos tapaban en pifias. Como reí. Llega la caro, junto con su hermano, con una sonrisa de oreja a oreja. Comienzan a mostrar un video, humoristas argentinos mostrando los diversos efectos soda maniacos. Reí aún más.

Comienza el show. Las luces bajan, el griterío empieza, suenan melodías y comienzo con mis alaridos (no gozo de gran afinación, hay que decirlo). La pase increíble. Tocaron temas favoritos y también unos ochentenos que conocía, pero que no disfrutaba tanto como las señoras que estaban frente a mi. Creo que me sentí más pendeja de lo que soy en varias oportunidades.

Y sobre la frialdad que comentan los periodistas… me pregunto ¿A qué concierto fueron?