El cigarro…

Tratando de dejar al amigo

Tarea ardua y casi imposible. Después de una larga y molesta bronquitis, aproveche de tratar de dejar al amigo cigarro.

Compañero de largas esperas, risas, carretes, conversaciones, nervios y tensión. Amigo inseparable del café después del almuerzo y de las galletitas bañadas en chocolate.

Pase 10 días haciéndole el quite y a pesar de que me sentía orgullosa de mi fuerza de voluntad, me volvía loca cada vez que sentía ese olorcito rondando a mi alrededor.

Vamos que se puede, que no te gane la ansiedad ­– pensaba.

Y claro, de pronto me vi comiendo más chocolates, más galletas, más café, más chicles y dulces.

No al cigarro… no al cigarro! – decía una y otra vez.

Me empecé a obsesionar.

Y acá me encuentro, fumándome un puto cigarro. El primero, completo, después de mis buenas intenciones por dejarlo. Ayer pedí prestado un par de ‘fumaditas’ y hoy no aguanté más.

Que débil soy.

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